El Vampiro

Llevo mucho tiempo observándote en silencio, recorriendo los contornos de tu agraciada figura con la mirada. Más tiempo del que eres capaz de imaginar.
Cada mañana te veo marcharte de tu hogar, deteniéndote junto a la puerta. Alzas la mirada y sonríes al cielo, mientras tu pálida piel refleja la hermosura del sol. Con extraña puntualidad la suave brisa se presenta y eleva tus oscuros cabellos, abriéndolos en delicado abanico. Tu delicioso aroma es llevado con ligereza hasta mi escondite, sin importar cual sea el que esté usando, e impregna cada centímetro de mi ser, dejándome extasiado y solo pudiendo pensar en poseerte. Es allí cuando la idea de tener tu frágil garganta a mi alcance, de poder clavar mis dientes y sentir tu cálida sangre deslizarse, manchando de carmín tu tersa figura y tiñendo mis labios… se me hace irresistible. Mi mirada se llena de odio y de ambición, y el deseo de saltar sobre ti me absorbe. A duras penas logro contenerme, y me contento con observarte a la distancia. Tú, inocente como un niño pequeño, te deslizas con lentitud por la calle, ignorando el peligro que acabas de correr, ignorando que pudiste haber perdido la vida… de haberte convertido en la presa de una criatura más feroz que cualquier animal.
Durante el resto del día finjo ser un humano normal, mientras sigo acechando tu hermosura, unida a la frescura de tu mirar. Te observo regalar sonrisas a quienes no las merecen, reír junto a personas insignificantes, disfrutar de tu almuerzo… e intento engañarme, diciendo que lo único que busco en ti es la dulce calidez de tu sangre. Pero me equivoco. Hay algo más, algo que me impide ir por ti. Sería muy sencillo, si me lo propusiera: una mañana saldrías de tu casa, sola como de costumbre… pero no llegarías a ningún lado. Tendrías un accidente antes siquiera de subir a tu auto. Un accidente que acabaría con tu vida.
Pero, por alguna razón soy incapaz de tocarte. Mantengo mi distancia, sin atreverme a perderte de vista, temiendo que desaparezcas sin dejar rastro. ¿Qué es lo que me ocurre? ¿Acaso esto podrá ser…? No, soy incapaz tan solo de mencionarlo. No puedo, no hay forma de que logre inmiscuirme con la comida. Un acto como ese podría ponerme en evidencia, y acabar con todo lo que he construido aquí. Debo dejar de observarte en silencio, debo dejar de pensar en tu deslumbrante sonrisa.
Pero...
¿Por qué no puedo dejar de pensar en ti?